La llegada de la pandemia en el año 2020 trajo consigo una serie de cambios relevantes en nuestras vidas. Ha cambiado nuestra manera de trabajar y estudiar con el confinamiento domiciliario; la manera también de relacionarnos, con el distanciamiento social; pero quizás lo más destacable son los hábitos de higiene que hemos adquirido e incrementado en nuestra cotidianeidad. Mientras llega o no llega el momento de vacunarnos y con las recientes cepas británica, sudafricana y brasileña, no debemos de bajar la guardia y seguir protegiéndonos en la medida de lo posible.
Una de las medidas que incorporamos a nuestro protocolo de asistencia dental durante la pandemia de carácter profiláctico, es el enjuague con agua oxigenada al 3 % o colutorio con CPC al 0,05 %. Cuando hablamos del CPC, no nos referimos al “coste por clic” una táctica utilizada en el marketing digital, sino al Cloruro de Cetilpiridinio, algo que nos suena a chino pero que ya hace tiempo que se encuentra en el mercado en algunos colutorios y pastas dentales.
El CPC es un antivírico de naturaleza monociatónica , soluble en alcohol y soluciones acuosas, que posee la capacidad de degradar la bicapa lipídica que envuelve a algunos virus de la familia de los Coronaviridae, al que pertenece el SARS-CoV-2 o agente causal de la Covid-19. Su efectividad se sitúa entre 3 y 5 horas, pudiendo actuar en este tiempo como antiséptico y detergente. Su uso estaría recomendado tanto para evitar la propagación como para evitar el contagio de manera preventiva, realizando gargarismos. El efecto que produce es la reducción de la carga viral en boca, por eso hacemos enjuagar a nuestros pacientes con éste tipo de soluciones antes de realizar cualquier práctica odontológica.
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